Orgullo

La verdad es que no quiero planear nada de lo que voy a escribir. Creo que la mejor forma de ser fiel a mi mismo y a lo que quiero trasmitir es dejarme llevar, simplemente dejar que todo surja. Así poder mostrarme tal y como soy y como me siento.
Han pasado bastantes años, casi doce, desde que empezó todo esto. Como comprenderéis, después de tanto tiempo tengo algunas partes bastante borrosas, pero otras si están muy clara. Pero si que tengo una cosa muy clara de esa época, la incomprensión. Con apenas catorce años no sabía lo que me pasaba, no comprendía que sucedía en mi interior, y eso me dolía, me hacia sentirme culpable e, incluso en algunos momentos, a odiarme, porque no era igual que los demás.
Siendo un crio de catorce años no llegaba a comprender como me podían gustar dos personas, ya no solo por el hecho de que fuesen dos personas, sino porque eran un chico y una chica. En mi pueblo, y en esa época, tenias suerte si te hablaban con cierta naturalidad de la homosexualidad y no te lo pintaban únicamente como algo negativo (y eso que tenemos que tener en cuenta que estoy hablando de pleno siglo XXI, pero sucedía, y sucede). Aunque en los institutos solo se enseñaba la atracción “biológica” (muy entrecomillado) entre un hombre y una mujer, nada más. No comprendía como podía estar liándome con un amigo que me gustaba y a la mañana siguiente seguir sintiéndome prendido por una amiga. ¿No podía ser normal y ser hetero o gay?
Y, creedme, os mentiría si dijese que se trató de una etapa corta en mi vida, esos sentimientos de incomprensión duraron bastante. No se en que momento exacto la palabra bisexual entró en mi vocabulario, pero eso ayudó a que cambiase completamente mi mente y mi forma de comprenderme a mi mismo. Creo que fue gracias a un video de YouTube, no recuerdo de que trataba, pero me ayudó a comenzar a investigar y a comprender mejor lo que sentía, a comprenderme a mi mismo. Es sorprendente como una sola palabra, una etiqueta, puede hacer que comiences a sentirte mejor contigo mismo.
Y, aunque parecía que todo estaba solucionado, que el dolor había desaparecido, que había destrozado esa incomprensión, hubo otro sentimiento que surgió sustituyendo a ambos: el miedo. Cuando por fin te aceptas a ti mismo, cuando sabes lo que te sucede empiezas a darte cuenta de todo lo mal que te trataría parte de la sociedad simplemente por eso, por ser tú mismo. Al principio parecen pequeños comentarios sin importancia, que se dicen sin más, pero que encierran mucho mas en su interior. Se trata de comentarios tan naturalizados en nuestra sociedad que cuando la gente los utiliza no se da cuenta de la enorme lgtbfobia que encierran en su interior. El utilizar gay o sus múltiples variantes para insultar o menospreciar a una persona (que hay que saber diferenciar este uso con la apropiación del insulto por parte del colectivo, una de nuestras mejores armas para combatir contra estas situaciones).
Pero incluso peor es cuando esos insultos, menosprecios o invisibilizaiones llegan de parte del colectivo. A varios gays he oído decir que si los bisexuales no existimos, que si solo estamos confundidos, que si somos unos viciosos o unos homosexuales reprimidos. O incluso el ya manido “eso solo es una fase”.
Todo esto hace que, una vez que ya consigues aceptarte te de miedo a mostrarte como eres, a reconocer abiertamente que eres parte del colectivo. No quieres que la gente te mire raro, te insulte, utilice cualquier expresión con la intención de dañarte. Una vez te aceptas como eres te da miedo mostrarte tal como eres. Y ese miedo es atroz.
Y ahí es donde entran las amistades, aunque muchas veces son amistades recientes, es mucho más fácil mostrarte tal como eres con una persona con la que llevas menos tiempo hablando que con alguien que lleva toda tu vida junto a ti. te da mas miedo abrirte porque sería romper la imagen que esa persona ha construido de ti durante años.
A mí me vino muy bien nuevas amigas que fui haciendo, incluso que formaban parte del colectivo. Esas amigas que cuando le dices que eres bisexual no solo no te tratan diferente, sino que te dicen “mejor, asi hablamos de tíos”. Porque parece una tontería, pero tener a alguien con quien hablar libremente de que te gusta un hombre o una mujer sin preocuparte de nada es una grandísima liberación. O esas amigas que no solo te ayudan a sentirte mejor, sino que te animan a explorar, a probar, a sentirte libre con absolutamente todo, que te animan a probar cualquier locura que se te ocurra, a sacar tu lado más “oculto”, o a hacer planes con frases que implican “copas de balón”.  Ese tipo de amistades consiguen que des más pasos delante de los que nunca te has creído capaz de realizar, son amistades que te dejan marca, te dejan huella y se convierten en personas importantes en tu vida, dado que son las personas que te ayudan a sentirte normal. 
Y este tipo de amistades te vienen tan bien porque te ayudan a normalizarte tanto que comienza a darte igual lo que suceda alrededor. Te deja de importar lo que opine la gente que ni te conoce, y empiezas a perder poco a poco el miedo, lo que te ayuda a mostrarte tal como eres con más personas de tu entorno. A mi fueron esas personas las que me ayudaron a atreverme a decirle a mis amigos mas cercanos y a mi familia quien era.
Y es curioso, yo al principio pensaba “¿Porque voy a salir del armario?”, las personas heterosexuales no lo tienen que hacer ¿por qué yo sí? Pero ahora pienso completamente diferente. Lo importante no es el hecho de “salir del armario” es expresar con naturalidad lo que se siente, lo que se es. Las personas heterosexuales no tienen que declarar lo que son porque es la “norma” pero en realidad, dentro del colectivo, considero necesario visibilizarse por un motivo muy sencillo, combatir el miedo. No solo tu propio miedo, sino el miedo de las demás personas.
El hablar naturalizando lo que se es ayuda a esas personas que aun hoy día sienten miedo. Por eso es necesario que personas “famosas” no oculten su orientación, aunque se les acuse de oportunismo y utilizarlo para “vender” (como estamos viendo que pasa con Pablo Alborán), pero ver que mas y mas personas se reconocen abiertamente como son ayuda a que una persona que no se haya aceptado completamente lo haga. La mejor forma de combatir el miedo a la sociedad es plantarle cara, gritar libremente “Aquí estoy, este soy yo, y seguiré siéndolo por mucho que no queráis”.
Pero también otra forma de combatirlo es con educación, educación sexual, y lo digo por propia experiencia, no solo que se dé, sino que se dé con diversidad de materias. Porque la educación sexual no es solo aprender a poner un preservativo y que son peligrosas las ETS (que curiosamente solo se centran en preservativos para personas con pene, olvidando otros tantos métodos de anticonceptivos y de protección para  las mujeres y personas con vagina). La educación sexual también consiste en enseñar que la heterosexualidad no es lo único que existe, sino también otras muchas orientaciones, y que son tan normales como esta. Es enseñar a las personas a respetar a otras independientemente de lo que sientan y hacia quien lo sienta, porque todos somos seres humanos. Y no, la educación sexual no es el adoctrinamiento para “convertir” a las personas en homosexuales, por mucho que esos padres dignos del medioevo se empeñen. Que una persona les diga a tus hijos que los homosexuales, bisexuales, asexuales, transexuales, etc., existimos no va a hacer que se convierta en parte del colectivo, más bien hará que una persona que SI forma parte del colectivo deje de sentirse confuso, asustado o incluso odiarse a si mismo. Permitirá que las personas puedan ser quienes son, libremente.
Por ello también creo que es necesario celebrar el “Orgullo”, porque no es lo que esas mismas personas del medioevo califican como “un grupo de locas bailando en la calle y haciendo gala de sus perversiones”. Es una reivindicación, con tono festivo, es un grito al cielo para tirar los cimientos de esta sociedad que nos quiere invisibles. Un grito contra toas aquellas personas que quieren que seamos invisibles, que nos quieren inexistentes. Es una forma de gritarles que aquí estamos, EXISTIMOS, y, por mucho que os empeñéis, no vamos a desaparecer.
Y celebrar el orgullo se lo debemos a muchas personas, se lo debemos a quienes hoy día no pueden ser libres, se lo debemos a quienes han muerto solo por ser quien es, se lo debemos a quienes aún están por venir. Se lo debemos a quienes gritaron en Stonewall en el 69, a quienes encabezaron las manifestaciones de Barcelona en el 77, a quienes consiguieron el hito de Londres en el 85. Se lo debemos a las personas transexuales que siempre han encabezado la lucha por los derechos LGTB, como Sylvia Rivera y Marsha P. Johnson. Tenemos, tengo, la responsabilidad de gritar, de mostrarnos como somos, de mostrarnos normales.
Y si, estoy bastante harto de ciertas frasecitas. No, los bisexuales no somos viciosos, no somos homosexuales reprimidos, no estamos confundidos, y mucho menos esto es una fase. Y no, como bisexual no voy a callarme para que todo encaje dentro del pensamiento binario de hetero o gay, no estoy en ninguna fase.
Pero, como digo, este solo es un breve resumen de mis vivencias desde que note que sentía de forma diferente a como me habían enseñado a sentir. Un camino que he recorrido solo y a la vez acompañado. Porque yo soy bisexual y estoy muy orgulloso de serlo y de decirlo, no soy raro, no soy un enfermo, ni un vicioso, solo soy una persona que ama y siente como ama y siente, y por mucho que ciertas personas se empeñen en considerar eso malo, nunca dejaré de hacerlo. Y tengo que darle las gracias a todas esas amistades que me apoyaron siempre cuando yo no estaba tan seguro de ser capaz de mostrarme tal y como soy.
Feliz día del orgullo a todos, disfrutad de todo lo que nos aporta la vida.

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