Relato "Tus alas"
La primera luz del
alba golpea mis parpados, haciendo que lentamente se abran. Miro a mi
alrededor, las ramas de mi árbol me ocultan la mayor parte de la vista, pero el
cielo está azul oscuro y el sol naranja rojizo. Meneo mi cabeza y mis plumas se
mueven al son que les marco.
Pronto me llega el
sonido del trinar de mis amigos. Al principio una tímida garganta deja ver su
potencia, después dos, y al momento docenas de picos se abren para saludar a la
mañana con una dulce canción. Cada trinar era diferente al anterior, pues no
había dos picos iguales cantando esta mañana.
Abro mis alas a la
mañana, estiro mis finas patas despertándolas tras la noche de sueño, abro mi
pico y dejo escapar mi voz para saludar a las nubes. El sol por fin se alza en
lo alto del cielo, ya no era naranja, ni siquiera rojizo, ahora es una luz
blanca intensa que no puedo mirar directamente. El cielo está azul claro, con
alguna blanca nube viajando por su inmensidad.
Pero pronto me
llega otro sonido, un murmullo suave, tenue, del viento viajando entre las
hojas de mi árbol. Ya ha llegado mi momento, es el momento de abrir mis alas y
viajar por mi mundo.
Me acerco al
límite de mi nido, desde aquí miro la inmensa distancia que me separa del
suelo, y me dejo caer. Abro mis alas y siento el viento empujándome, me dejo
llevar por él. Estoy a punto de caer, será mejor que las bata suavemente para
impulsarme hacia el cielo.
Y he aquí mi
libertad, el viento golpeando mi pequeño cuerpo, mis plumas moviéndose al son
que las ráfagas de viento le marcan. No existe nada más que yo, no hay nada que
se interponga entre la libertad y yo. Mire a donde mire no encuentro nada que
me pueda obstaculizar en mi vuelo.
Miro al suelo y
los veo, a los humanos. Pobres, a todos lados van con prisas, se meten en esas
bestias de metal que los llevan rápidamente a su destino. Sus prisas no les
permiten admirar la belleza del día en el que viven, no dejan que la luz del
sol de la mañana les toque su piel ni ilumine sus ojos, no se toman un segundo
para admirar las formas de las nubes.
Me dan pena, pues
están en el mundo, pero no viven en él. No son capaces de disfrutar ni un
instante de la belleza que les rodea. No se paran para sentir el viento en su
piel.
Me dan pena pues, pese a
vagar por el mundo, no son capaces de vivir en él. Pese a tener todos los
medios no son capaces de ser libres, no son capaces de sentir la libertad que
tienen desde el momento en el que nacen, prefieren encadenarse a labores que
les roban el tiempo y la vida, pues no tienen el valor suficiente de volar
libres como el viento
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